A escasas horas del posible final de este largo recorrido de curvas en constante verticalidad, imagino las frases ajenas de una sinfonía de voces. Pero no sé qué pasos exactamente me guiarán a la próxima espiral que está por llegar. Tan sólo sé que llegará.
Tanto tiempo pensando en el final, que ahora cuando se presenta, no sé cómo reaccionar. Quizá lo único que soy capaz de imaginar sea esa sensación de alivio, de peso quitado de encima. Sólo unas horas más.
Esta espiral se ha curvado demasiado, durante demasiado tiempo, y ya es hora de salir de ella, dejarla atrás y comenzar algo nuevo. Te he disfrutado y odiado durante casi siete años, y ya va siendo hora de decirte adios.
domingo, junio 20, 2010
domingo, junio 13, 2010
El perfume de tu ausencia
Las cortinas se abren sobre un escenario prácticamente vacío, modestamente ocupado por unos muebles entre los que destaca una cama. Ésta, deshecha aún, recibe los últimos rayos del escaso sol de la nublada tarde de verano. Entra un actor.
Acto I, Escena I.
Ni las palabras ni la vista sirven para apreciar la acción que tiene lugar en este escenario. Todo ha de ser descrito a través de los aromas.
Aunque sólo se encuentra el joven cabizbajo apoyado contra la parte superior de la cama, éste no se encuentra aislado. La presencia ausente de otra persona lo acompaña. Su aroma, ahora fuerte, se desvanecerá en apenas un par de días; pero a él le da igual: ahora mismo se siente con ella. Le basta con cerrar los ojos, dejarse llevar por su olfato, y a través del perfume acceder a la parte más fortificada de su memoria. La sección donde atesora los momentos con la persona que desprende dicho olor.
Ahora están juntos en la distancia, y él puede casi saborear aquellos besos mermados por la furia irrefrenable del tiempo, ahogado en lágrimas de un mar de impotencia. ¿Quién dijo que el amor fuese inofensivo?
Pero a él no le importa. Esto le hace sentirse vivo. Vivo como nunca jamás llego a imaginar. Se aferra al olor, impaciente a que la portadora de la fragancia regrese a su lado, apretando los dientes como si así tratara de demostrar fortaleza cuando de sobra conoce su propia debilidad.
Se cierra el telón.
Fin del primer acto.
Acto I, Escena I.
Ni las palabras ni la vista sirven para apreciar la acción que tiene lugar en este escenario. Todo ha de ser descrito a través de los aromas.
Aunque sólo se encuentra el joven cabizbajo apoyado contra la parte superior de la cama, éste no se encuentra aislado. La presencia ausente de otra persona lo acompaña. Su aroma, ahora fuerte, se desvanecerá en apenas un par de días; pero a él le da igual: ahora mismo se siente con ella. Le basta con cerrar los ojos, dejarse llevar por su olfato, y a través del perfume acceder a la parte más fortificada de su memoria. La sección donde atesora los momentos con la persona que desprende dicho olor.
Ahora están juntos en la distancia, y él puede casi saborear aquellos besos mermados por la furia irrefrenable del tiempo, ahogado en lágrimas de un mar de impotencia. ¿Quién dijo que el amor fuese inofensivo?
Pero a él no le importa. Esto le hace sentirse vivo. Vivo como nunca jamás llego a imaginar. Se aferra al olor, impaciente a que la portadora de la fragancia regrese a su lado, apretando los dientes como si así tratara de demostrar fortaleza cuando de sobra conoce su propia debilidad.
Se cierra el telón.
Fin del primer acto.
jueves, junio 10, 2010
Realidad difuminada
El estado innato del ser humano - o al menos el mío - es el de infelicidad (o incertidumbre, como quieras llamarlo), que nunca desaparece y simplemente se vuelve intermitente, escondido bajo los mantos ilusorios de los momentos felices que, desgraciadamente, suelen venir con fecha de caducidad.
Aunque pensándolo bien, quizá ahí resida la gracia y el interés del día a día: somos completamente ajenos al qué vendrá, al qué será. Y cuando ese futuro se convierte en pasado, y lo que vino pasó , y lo que iba a ser fué, todo pierde su gracia. Y la memoria sólo sirve para, en mi caso, alojar en mi corazón un sentimiento irrefrenable de melancolía que oprime mi pecho y me convierte en un eterno buscador de momentos futuros que superen a los anteriores. Y, por supuesto, en un vividor del presente.
Y es ese presente físico, palpable, fresco, desenfadado, desentendido y explosivo al que me declaro abiertamente adicto. Al futuro presente, al que deseo palpar, desnudar y explorar hasta que se convierta en otro pasado.
Así que la única solución que encuentro para ser continuamente feliz es un planteamiento utópico: un presente eterno de mi visión ideal de un futuro que está por llegar.
Soñar es gratis, y no soy de los que se conforman con las migas.
Un saludo.
Aunque pensándolo bien, quizá ahí resida la gracia y el interés del día a día: somos completamente ajenos al qué vendrá, al qué será. Y cuando ese futuro se convierte en pasado, y lo que vino pasó , y lo que iba a ser fué, todo pierde su gracia. Y la memoria sólo sirve para, en mi caso, alojar en mi corazón un sentimiento irrefrenable de melancolía que oprime mi pecho y me convierte en un eterno buscador de momentos futuros que superen a los anteriores. Y, por supuesto, en un vividor del presente.
Y es ese presente físico, palpable, fresco, desenfadado, desentendido y explosivo al que me declaro abiertamente adicto. Al futuro presente, al que deseo palpar, desnudar y explorar hasta que se convierta en otro pasado.
Así que la única solución que encuentro para ser continuamente feliz es un planteamiento utópico: un presente eterno de mi visión ideal de un futuro que está por llegar.
Soñar es gratis, y no soy de los que se conforman con las migas.
Un saludo.
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